Es el 8 libro de la saga de Sookie
Stackhouse -True Blood para la tele- y personalmente, deja bastante que desear.
Harris sigue manteniendo el relato en primera persona de la camarera, del que a
veces llega a irritar por la manía que tiene de repetir mil y una vez lo que
sucedió en las anteriores entregas.
Este octavo libro no aporta nada nuevo,
más allá de que nuestra Sookie descubre un antepasado de su familia. Es una sucesión de
acontecimientos -disputas que a las pocas páginas se resuelven y no te dejan
buena sensación-, todo se descubre demasiado pronto (el clan de los lobos, la
sucesión al trono de Luisiana, Quinn, el asunto Crystal-Jason…) y ese misterio
tan típico pero tan necesario en esta saga de seres sobrenaturales de otras entregas que se desvela al final, no se produce porque te lo
han ido dando en pequeñas dosis que nada te dicen ni aportan a la trayectoria,
al menos por lo que se deja vislumbrar o adivinar para las siguientes entregas.
Espero que en los siguientes mantenga la
acción y el misterio a partes iguales y hasta el final, teniéndonos en vilo la
gran parte del tiempo. Poco más que añadir.
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